Una de las aspiraciones mayores que ha tenido la subregión continental llamada Latinoamérica ha sido la de consolidarse como un bloque unitario e integrado, tarea que ha dejado muchas décadas marcadas por intentos fallidos. Sin embargo, como bien la explica la pregunta que nos lleva a realizar este breve análisis, la región tiene condiciones óptimas para ser modelo en integración regional, no obstante, hasta ahora la realidad dista de ser así, uno de los hechos mas importantes para consolidar un bloque integrado sería el que todos los países del área tienen un pasado común; fueron colonizados por potencias extranjeras, logran su independencia mediante cruentas guerras (excepto Brasil).
Este vínculo pudiera ser un
elemento impulsor de la integración, pero esta situación sólo nos ha dejado
legados culturales y en la mayoría un idioma común, la integración siempre estuvo
en segundo plano. Dejando a un lado
nuestra conformación y evolución histórica es preciso desglosar algunas
consideraciones que pudieran explicar las razones del por qué la integración
tanto económica y política ha sido obstaculizada a lo largo de la historia del
siglo XX y principio del siglo XXI; la Segunda Guerra Mundial fue para el mundo
no solo un de los episodios mas oscuros, también significó una reconfiguración
de fuerzas y creación de polos de poderes en el mundo, América Latina también
enfrentó sus nuevos retos, el nacimiento de la Organización de Estados
Americanos (OEA) le daba un carácter organizacional desde el punto de vista
político a escala continental, pero la regional quedaba bajo la tutela de poder
hegemónico de los Estados Unidos de Norteamérica, el gran triunfante de la
Segunda Guerra Mundial.
De esta manera se inician los
obstáculos para que la región latinoamericana se consolidara en un proceso
integrador y unitario, pues EE.UU se planteó ser el hermano mayor de los países
latinoamericanos, sobre todo con la puesta en marcha del Área de Libre Comercio
para las Américas (ALCA), como una respuesta a la Unión Europea, que se
consolidaba en un poderoso bloque económico en el viejo continente. De igual
forma, EE.UU se planteó como política regional el Panamericanismo bajo la
doctrina Monroe, “América para los
Americanos”, fue el lema con que se condenó a Latinoamérica a una unificación
estrictamente economicista, entendiendo que bajo la lógica de la división internacional
del trabajo, América latina se le dejó la tarea de ser productor de materia
primas, que serían llevadas a los grandes centros industrializados de Europa y
EE.UU, este último sería quien controlara el flujo de mercancías en la región.
Es necesario también mencionar el
impacto que dejó la llamada Guerra fría, donde la región fue ferozmente celada
por parte de EE.UU, como producto de la creciente influencia de la Unión de
República Socialistas Soviéticas (URSS), más aun después de la Revolución
Cubana. Pareciera esto un discurso antiestadounidense, pero la realidad es que
fue este país quien se encargó de sembrar la división política de los países Latinoamericanos
para evitar que se convirtiera en un bloque opuesto a su interés nacional, y
mas aún que pusiera en peligro su seguridad nacional, por la amenaza soviética,
en lo político y militar.
En todo el Siglo XX, América latina
experimentó varios procesos de integración de tipo económico, pero no entre
países de la subregión estrictamente, sino de estos con los países
desarrollados del mundo, para mantener una especie de dependencia;
Latinoamérica provee materias primas y los países desarrollados ofrecían una
diversidad en mercancías de consumo. La
integración de tipo político nunca se tomó como modelo a construir,
producto de la hegemonía de EE.UU en la región y su recelo con la propuesta
soviética, lo que dejó al proceso de integración sólo en lo económico y no en
lo político, así se evitaba el nacimiento de un bloque que no respondiera a los
intereses de EE.UU, y sí a la expansión soviética, por eso la desconfianza y
anti-latino americanismo reinaba entre los países de la región. Sin duda, EE.UU
necesitaba aliados sumisos, no vecinos competitivos y opuestos a sus intereses
político-hegemónicos ante el mundo.
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